viernes, 13 de noviembre de 2009

RELIGIOSIDAD POPULAR DOMINICANA


   Santiago Terrero Pérez

La religiosidad popular dominicana sumerge sus raíces en las costumbres y creencias transmitida desde la antigüedad por nuestros antepasados: nuestros aborígenes taínos, que con sus ritos, areítos y adoraciones a dioses o cemíes, como les llamaban a sus ídolos, buscaban una forma de limpiar el alma y llegar al mas allá, después de la muerte, a través de la adoración a varios dioses, identificándose para esta época como politeístas.

Luego con la llegada de los españoles a la isla, el 12 de Octubre del año 1492 y la evangelización de América, la religión indígena empieza a tomar otro rumbo: se construyen iglesias, capillas, ermitas y catedrales en todas las ciudades importantes de la época en La Española, entre estos símbolos religiosos tenemos: la Capilla de la Orden de los Dominicos (1520), la Catedral Primada de América (1523), la Ermita de San Antón, la Iglesia de San Carlos de Tenerife, la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, la Basílica de Higûey, la Basílica de San Pedro Apóstol, en San Pedro de Macorís, etc.

El Comercio Triangular entre Europa, África y América trajo consigo una gran cantidad importante de esclavos negros africanos, trabajadores en las plantaciones azucareras, dando como resultado una religiosidad cargada de matices de origen africanos, excluyendo las costumbres aborígenes hasta el punto de llegar a exterminarla casi por completa.

La mezcla de españoles y esclavos africanos en los ámbitos sociales nuestros, trajo inesperados cambios de costumbres y creencias, hasta el punto de llegar a sincretizar las creencias religiosas al ritmo del tambor africano y las salves marías españolas, todo esto en vivas escenas cargadas de ritmos contagiosos y misterios escalofriantes, como producto de tres culturas entrelazadas que son: la desaparecida raza taína, la colonizadora y esclavizante española y la esclava e impuesta por los colonizadores, la negra africana.

Según Carlos Esteban Deive, el prolongado contacto de los esclavos transplantados al Nuevo Mundo y en especial a La Española, con la cultura europea ha dado como resultado en el campo de la religión, la formación de sistemas de creencias sincréticos, donde se trata de conciliar doctrinas distintas. Un ejemplo típico actualmente de culto sincrético lo podemos ver presente en el vudú y el ga-gá, practicados en casi todas las zonas rurales y en algunos barrios de las ciudades del país, donde se mezclan divinidades y ritmos africanos con ceremonias y doctrinas católicas.
Para nuestro trabajo por una parte nos hemos servidos de fuentes muy conocidas: las celebraciones de la fiestas de la Cofradía del Espíritu Santo de Villa Mella, junto a las ceremonias funerarias (Noveno Días, Cabo de Año y Banco) de los difuntos ligados a la tradiciones de los Congos, procedentes de Cabo Verde, San José y Guinea (África) a los cuales le dedican veintiún toques con sus instrumentos característicos: Congo, Conguito, Maracas y Canoíta, con estos instrumentos invocan a Kalunga deidad del mar y de la muerte, como lo hacían sus antepasados procedentes de África; las celebraciones de la “Santísima Cruz de Mayo”, la Cofradía Nuestra Señora del Rosario, de Doña Mencía; el Santo Cristo de Bayaguana; la Virgen de la Altagracia; la Virgen de las Mercedes; Belié Belcán; Ana Isa Pié Dentó; San Juan Bautista, San Elías (Barón del Cementerio), etc.

La Cofradía del Espíritu Santo de Villa Mella, donde se mezclan el catolicismo español y las cofradías de los negros africanos del Congo (África), transplantada de generación en generación a sus descendientes (Sixto Minier, último descendiente), se conjugan acciones religiosas populares.

En el Cabo de Año solo bailan los allegados del difunto, pero no sus familiares, es el viaje por eterno retorno de los paisajes africano. Luego viene el Banko, donde bailan los familiares y se hecha el luto a un lado.

Estos veintiún toques van acompañados por salves marías procedentes de las iglesias del Espíritu Santo, celebradas en Villa Mella el 21 de Mayo. La Iglesia Católica celebra la fiesta de Pentecostés. Estas se unen a las de San Juan Bautista y datan desde inicio de la colonia Española. Tienen un significado especial en Villa Mella y sus alrededores, y La Virgen del Rosario, abogada de los marineros, cuya ermita existió desde 1544, situada al lado de Molinos Dominicanos, de procedencia católica, donde se sincretiza nuestra religión popular. Estas celebraciones se llevan a cabo el 18 de Junio, conjuntamente con las patronales de Villa Mella. En los altares o capillas donde llevan a cabo sus celebraciones se pueden observar los donativos a imágenes religiosas o cofradías, llenas de coloridos y ofrendas, que van desde dinero, comidas, bebidas y golosinas. En la comunidad de Villa Mella se celebra también el día de la “Dodorita”, que se llevan a cabo el 14 de Abril, festividad celebra en la comunidad conocida como Los Morenos.

En un recorrido por la zona rural se pueden observar polvorientos hogares techados de madera y zinc, con una Cruz al frente, como símbolo de la “Santísima Cruz de Mayo”,que se celebra los días 2 y 3 de Mayo en todo el país, donde se adora la Cruz a nivel popular, forma de representar los más altos relieves religiosos de nuestros antepasados, esto es si prefiere pasar de reojo, pero si usted se introduce de manera improvisa en dichos hogares verá que no faltará alabanzas y adoraciones a ciertas imágenes como la Virgen de la Altagracia, San Miguel y el Espíritu Santo.
Las fiestas de la “Santísima Cruz de Mayo”, celebrada en Matagorda y Cañafistol y La Sarandunga banileja, celebrada en la provincia Peravia (Baní), donde se mezclan los símbolos, la música, el canto, los santos, los luaces y misterios. Se pueden observar las tradicionales fiestas con alusión a San Juan Bautista y la Virgen de la Altagracia, donde participan los sectores populares y de descendencia ancestral de negros africanos. La Sarandunga, fiesta principal de la “Santísima Cruz de Mayo”, celebrada desde los tiempos coloniales, se originan en hallazgo de la cruz de Cristo por parte de Santa Helena, madre del Emperador Constantino. En el país se adornan las cruces a calvarios, se construyen altares y se hacen procesiones, al son de los palos y salves.

En la cultura española el Espíritu Santo era imagen conocida y ha mediado del siglo XVI, ya se le brindaban ofrendas religiosas en la ermita de Doña Mencía, junto a la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, donde jugaban un papel importante para la sociedad en la época por sus aportes, con ayudas de socorros mutuos a sus cofrades, donde tenían por objeto financiar los gastos ocasionados por las muertes de sus miembros, tal como se ha venido haciendo en la Cofradía del Espíritu Santo de Villa Mella, este tipo de asociaciones ha venido desde la colonización hasta nuestros tiempos, como una forma de incentivar a las congregaciones religiosas populares.

En el interior de la Catedral Primada de América se pueden observar algunas bóvedas o sepulturas de personajes importantes religiosos o que de algún modo merecen honores especiales, esto se debe a la influyente religiosidad española de la época, donde se hacían enterramientos a personajes que merecían estos principios básicos del catolicismo.

Las fiestas patronales de cada pueblo, llevada a cabo en todo el país es una herencia española, fueron fiestas fundamentalmente religiosas y después se le introdujeron algunos conceptos folklóricos. Estos carnavales se caracterizan por su diversidad cultural y sus coloridos, pero identificados como un sello nuestro.

De igual manera tenemos las celebraciones del Santo Cristo de Bayaguana con toros-ofrendas y corridas de caballos, celebradas el 28 de diciembre y el 1 de enero.
En el año 1740, el arzobispo Pantaleón Álvarez de Abreu, dice en su “Compendiosa noticia de la isla de Santo Domingo”, que existe una imagen muy representativa en la comunidad de Bayaguana, y el titular es San Juan Bautista.

Según Dagoberto Tejeda, la procesión a la imagen del Cristo de los Milagros como comúnmente se denomina, es una lucha entre una modernización y una permanencia de las tradiciones religiosas y culturales nuestras, llevadas a cabo por los lugareños. Tejeda afirma que la religiosidad popular es el gran espacio de espiritualidad dominicana simbolizada a través de la creatividad, el vigor, la energía, amparada en la generación de dos razas: la española y la esclava negra africana.

Desde el 29 de septiembre de 1970, se celebran en todo el país las fiestas en honor a San Miguel Arcángel (Belié Belcán), jefe de la división Radá, el más apreciado de los luaces a nivel nacional. Sus colores son verdes y rojos. Sus creyentes se visten de colores espléndidos o encendidos de los pies a la cabeza, principalmente de rojo y verde. Su boca se caracteriza por un cigarro encendido de tabaco o anduyo, acompañado de una botella de ron, estas personas llevan por sobre nombre de “luaces”.

A su alrededor se observan imágenes de San Miguel y velas de distintos colores, como amarillo, rojo y verde y una campana casera en su mano derecha, dando toques que solo ellos comprenden su significados. Su procesión es un vistoso escenario calgado de banderas de coloriros encendidos, acompañado de tambores, palos, güiras, maracas, cigarros, ron, que se desliza por toda la zona del Mercado Nuevo hasta la Iglesia de San Miguel, ubicada en la Zona Colonial de Santo Domingo, también se celebran en otros lugares de la República Dominicana. Según Tejeda los luaces son energías vitales, trabajan con los cuatros elementos de la naturaleza: tierra, fuego, aire y agua.

El 26 de Julio se celebra el día de Ana Isa Pié Dentó (Santa Ana), reina de la provocación, del amor, símbolo de la liberación femenina, amante de los perfumes, y la cervezas, su color favorito es el amarillo, según se dice es la mujer de Belié Belcán (San Miguel). Para los creyentes dominicanos significa amor, por lo general sus creyentes son mujeres, denominadas “mestresas”. Y en sus celebraciones pueden ser poseídas por éstas hasta llegar a hablar como que si estuviera dentro de aquella mujer. Sus colores favoritos son: amarillo, y los colores brillantes, además usan varias prendas que van desde pulsas, cadenas, guillos, aretes, brazaletes, que sobresalen de lo normal. Sus vestidos por lo general son faldas muy largas, blusas, y un pañuelo amarrado a la cabeza, adornados por fuertes maquillajes de vistosos colores.

Luego se embriaga de perfumes muy fuertes, desde los pies a cabeza, le gustan las bebidas alcohólicas, como cervezas, ron, vinos, etc. De su boca se deja salir gran bocanada de humo por aquel enorme tabaco que sostiene con sus labios sin ponerle las manos, hasta gastarlo por completo y sin molestarle aquella acción, que a cualquier humano deja sorprendido.

Estas celebraciones van acompaña de bailes especiales, en todo el recorrido de la zona donde se llevan a cabo, al ritmo del tambor africano y las salves marías españolas, cantadas a una sola voz y con una perfección inigualable, solo comprendidas por las personas devotas.

Tejeda dice que las causas que hacen la religiosidad popular fueron las respuestas para las sobrevivencias, las persecuciones, las discriminaciones y que a estas causas le ha dado el nombre de vodú dominicano, la cual abarca otras manifestaciones espirituales. Donde el vodú es una estrecha relación entre lo humano y lo sobrehumano, los vivos y los muertos, exclamaciones a misterios y ofrendas a imágenes. Tenemos varias divisiones del vodú dominicano: la división Legba, la división Guedé, la división Radá, la división Ogún, la división India y la división Petró. Sus ritmos musicales son los palos y la salve, donde se usan los pañuelos, cuyos colores son los que dan origen a los luases y misterios.

El culto a la Virgen tiene dos manifestaciones que son interesantes en la religiosidad popular dominicana, que son el 21 de Enero que se celebra el día de Nuestra Señora de la Altagracia, Madre del Pueblo Dominicano, cuya representación se lleva a cabo en Higuey, ciudad fundada por los españoles en 1505. La peregrinación es la parte más significativa, el cual se lleva a cabo desde el pueblo de orígen del creyente hasta la Basílica, situada en la ciudad de Higuey o La Altagracia y el 24 de Septiembre se celebra el día de la Virgen de las Mercedes, llevada a cabo en La Vega, con procesión hasta el Santo Cerro y en el Distrito Nacional.

Los Movimientos Mesiánicos han jugado un papel importante en nuestro país, principalmente en la Región Sur, los cuales surgen por descontentos y calamidades sufridas por sus creyentes, en espera de la fiel llegada de un Mesías que le ayude a salir de sus precarias situaciones y al mismo tiempo lo guiará por un nuevo camino hasta llegar a un paraíso lleno de impurezas y vivirán feliz por siempre. En San Juan de la Maguana, tenemos como representante a Liborio Mateo médico curandero, el cual Carlos Esteban Deive identifica como “profesional de la magia”, por sus aportes a la medicina natural, como remedios, tomos(bebidas), ensalmos, baños, etc.,el cual se sublevó en el año 1922, en la comunidad de Maguana Arriba y la Loma El Naranjal, donde se encuentra el Santuario “La Agüita de Liborio”, luego le siguió Palma Sola, que su lucha sobrevivió hasta el 1962. Y por último aparece Bibiana de la Rosa, en Mana, Yaguate, comunidad situada entre San Cristóbal y Baní.
Somos un pueblo eminentemente católico y hasta ortodoxo si se quiere, pero hay algo que nos identifica y no podemos ocultar tan fácil, tenemos ejemplos vivos en la Cofradía del Espíritu Santo de Villa Mella, donde se conjugan costumbres religiosas provenientes de las junglas africanas (vudú) y la evangelización española (catolicismo).
Existe lo que Antonio Gramsci identifica como “una religión del pueblo” y “una moral del pueblo”, en su magistral obra “Cultura y Literatura”, Pág. 330,331. Según Gramsci en el tiempo y en el espacio se producen costumbres morales estrechamente ligadas a supersticiones y creencias religiosas muy diferentes a la religión de los intelectuales, especialmente en los países católicos y ortodoxos.

La religiosidad popular fruto de la mezcla de los taínos, los colonizadores españoles y el trajín de negros africanos nos han transmitido de generación en generación símbolos religiosos que desde el hogar, iglesias, parroquias, santuarios, ermitas y conventos dominicanos han permanecidos en nuestra cultura por siglos. Desde los campos más apartados hasta las ciudades mas encumbradas, se observa la religiosidad engendrada, nacida, amparada por el espíritu, la piedad y la devoción de culturas que han dejado marcado nuestro pueblo por siglos.






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